Siempre fue esta esquina el teatro natural de la ciudad. Se cuenta que allí se instalaban los cómicos de la legua cuando en peregrinaje sempiterno llegaban a la ciudad colonial, reconocida por los piratas de todos los mares como el puerto más cómodo del mundo. Ya en 1812 José Domingo Rus, el Diputado por Maracaibo a las Cortes de Cádiz, solicitaba un teatro para esta población, civilista y próspera. Pero no fue sino hasta finales del siglo XIX, en plenas décadas fecundas del Zulia, cuando entró en funcionamiento, después de cincuenta años de construcción.
Transcurrió toda la guerra federal y decenas de montoneras antes de que eso ocurriera. En una ocasión, las sillas destinadas a la sala fueron utilizadas como barricadas. Iba a llamarse Teatro Colón; pero los intelectuales de la ciudad se opusieron proponiendo un homenaje al gran humanista zuliano fallecido en España, Rafael María Baralt. El Teatro Baralt de Maracaibo, declarado Patrimonio Nacional, fue la cuna del cine venezolano. Desde sus antiguos palcos, la sociedad marabina pudo ver dos películas gracias a la acuciosidad de uno de sus hijos, Manuel Trujillo Durán, quien grabó a ciertas muchachas bañándose en el Lago y a un dentista en pleno trabajo.
En efecto, la primera solicitud de un Teatro para Maracaibo es realizada ante la Corte de España en 1811, por intermedio del diputado a Cortes José Domingo Rus. No obstante, esta gestión resulta infructuosa y no será sino hasta 1840 cuando la ciudad cuente con un espacio para la escenificación teatral, gracias a la iniciativa de Miguel Antonio Baralt, quien improvisa en el solar de su residencia un teatro con techo de enea. La pasión generada por este teatro de enea impulsa la creación de la Sociedad Unión, que de inmediato aboga ante las autoridades por la construcción de un edificio propio para las representaciones teatrales de envergadura.
Es así como el 28 de julio de 1877 el general Rafael Parra decreta la construcción del Teatro Baralt de Maracaibo y apenas tres meses después de presentado el proyecto de construcción, asentado en planos arquitectónicos por el ingeniero cubano Manuel de Obando y aprobado, en consulta pública, por los entusiastas habitantes de la ciudad, se coloca la primera piedra en la misma esquina donde se cruzan la calle Venezuela y la Urdaneta, justo hacia el sector noroeste de la Plaza Bolívar. Su inauguración ocurre seis años después, el 24 de julio de 1883, en un tiempo de regia celebración: se cumplen cien años del natalicio de Simón Bolívar, El Libertador. Para entonces, Maracaibo era una ciudad de 35.000 habitantes y aquel Teatro da cabida a la dramatización y al canto en un espacio de 44 metros de largo, 21 metros de ancho y 10 de alto. Aquel día inaugural 400 personas –capacidad máxima para entonces- disfrutan de la zarzuela Choza y Palacio, interpretada por un grupo de niñas del colegio de la Inmaculada, mientras a su alrededor reluce una arquitectura de estilo árabe, con cielo raso en madera de cedro y pintado al óleo con un motivo que representa a las nueve musas de la ciencia y creación artística.
El Teatro Baralt de 1883, con un pórtico formado por cuatro impresionantes columnas toscanas y una terraza protegida con barandas de hierro, permitió a los habitantes de aquella Maracaibo romántica e ilustrada, disfrutar de la primera proyección de vistas animadas que se conoció en nuestro país. A finales del siglo XX se le han agregado mejoras técnicas considerables: hoy ofrece mejor aclimatación con aire acondicionado, elementos absorbentes en la parte posterior para mejora de la acústica, iluminación controlada por computadora, sistema de sonido digital, nueva tramoya, ahora metálica –la anterior era de madera- para soportar mayores pesos, y un foso ampliado.
El proyecto de restauración del Teatro Baralt contó, además, con algunas ediciones, como la de los inmuebles ubicados hacia el lado izquierdo del edificio, negociados entre su propietaria –la Fundación Belloso-, y la Fundación Teatro Baralt. En la actualidad este espacio es ocupado por el estacionamiento del teatro, que permite ofrecer un servicio mucho más completo a la comunidad y una amplia seguridad en el cuidado y control de los vehículos de quienes asisten a los diversos eventos ofrecidos por el Teatro Baralt. El Teatro Baralt continúa bajo la tutela de la Universidad del Zulia y administrado por la Fundación Teatro Baralt