«Las bombas, lanzallamas y demás mierdas han destruido algo más que árboles y poblados. También han destruido los escenarios. ¿Acaso creías que tu profesión iba a escapar de la destrucción general? Ya no hay escenarios. Ya no hay candilejas. Estás entre la gente, por tanto sé modesto. Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Quédate solo. Quédate en tu habitación. No montes un número». Eduardo Marín y su Teatro Esencial han desafiado, en una contradicción fehaciente, estos planteamientos de Cohen. Y en pleno caos se han construido una tramoya a cielo abierto que enfrenta desafíos y reta la inseguridad, la ausencia de tablas, las carencias de su país, Venezuela, y hasta la represión en un concepto de realización teatral que busca el alma de la ciudad, la encuentra y la derrama otra vez sobre ella en cántaros de poesía y de historia. Eduardo se lió al teatro desde que era un niño. Visitaba con curiosidad la recién construida sede de la Escuela de Teatro Inés Laredo. Y junto a los sueños de ocupar formalmente estos espacios un día, concibió año tras año nuevas formas de concebir la dramaturgia para Maracaibo. Y entonces comenzó a estudiarla, a desenterrar sus recuerdos, a aprendérsela de memoria, a lamer sus orillas, a abrazar sus apamates, a agotarse de soles, a empaparse de lluvias y de marullos, a amarla sin medida. Y a conocerla. Lo demás fue poner su memoria sobe el papel, armar un grupo de guerreros que entendieron aquello de asumir la calle como escenario vivo, ocupar el área lateral de una vetusta iglesia, la de Santa Bárbara, en la zona patrimonial de Maracaibo y echar a andar por esos caminos y entre aquellos edificios centenarios, la palabra vuelta espíritu de sus atriles a los vientos de esta ciudad sibarita y desordenada, que ha visto morir hasta su puerto. En estos días, Fernando Araujo me comentaba que necesitábamos urdir un lenguaje estético propio, desmadejar desde los pliegues del espíritu la esencia de nuestro ser, apelando a la memoria, el quehacer y el hacer de la urbe de todos los tiempos. Y cuando presenciamos el devenir de Gárgolas, uno de los montajes de la Escuela de Teatro Esencial, salió de dentro admitir que este es el camino. Que Eduardo Marín lo está descubriendo. Y construyendo. José Sanguino, de Maracaibo Fotogénica, resumía esa tarde: El encuentro necesario se dio en el marco de la celebración del Día Regional del Teatro. Santa Lucia y el Teatro Esencial se dieron cita justo en las cercanías de la Casa Gunther; allá donde Marlene Nava es una ventana de luz para propios y extraños… Una tamborita y un mandullo sonaban por una de las esquinas. Las campanas de la iglesia se agitaban con fuerza… y Esencial lleno de colores e historias a nuestro siempre bien amado Barrio Empedrado. La ciudad posible sigue insurgiendo desde su vientre y afortunadamente tenemos la suerte de vivirlo para contarlo (para registrarlo)… Seguimos como testigos excepcionales de este parto extraordinario. Teatro Esencial retrata la Maracaibo que amamos