Leoncio Pocaterra devino Juan Pushaina
Apodado Leo por sus amigos, escogió llamarse Juan Pushaina cuando su voz llegó a ser la de un POETA. Este dulce hijo de la Guajira nació en 1939 en Makoomatira, donde cabalgan los vientos sobre el mar. Aunque se desempeñó como perito agropecuario, su verdadera pasión ha sido la escritura y la investigación histórica.
Su obra más destacada, «Ayaakuakaa: El Retrato» (1994), es fruto de la colaboración entre la Dirección de Cultura de LUZ y la Secretaría de Cultura del Estado Zulia.
Además, ha difundido numerosos folletos y hojas sueltas con sus crónicas y poemas. A pesar de esto, gran parte de su trabajo permanece inédito, enriqueciendo aún más su legado literario.
Juan Pushaina, un enamoraado de Wounmain
Juan Pushaina es un jinete, un caminante, un buscador de paisajes y sortilegios, es un enamorado de Wounmain, el paraíso de los wayuu. Es de una estirpe de guerreros y de poetas, que conocieron la punzada de una lanza y la pegada certera de la palabra Alijuna. Me contó de dónde venía esa palabra. Su significado: El de pegada y mortal, para referirse a los que venían de lejos y empuñaban armas que podían quitar la vida. Los conquistadores.
Con Juan Pushaina, su hija Librada y su hermana Noelí, nos fuimos en su caballo Rocinante el nombre propio con el que bauticé su Volkswagen, a las playas de la guajira y comí el más sabroso pescado frito con tostones y queso. Y me dormí en un chinchorro al lado del mar. Pude ver a los bohíos y las wayuu recogiendo sal y caminando o trajinando sus enseres en burro, el medio de transporte tradicional de los wayuu.
De su voz, en Las Tarabas escuché la belleza de la poesía de Andrés Eloy Blanco y su Loca Luz Caraballo. Me mostró muchos de los secretos que guarda en su maletín de cuero. Sus linternas, sus llaveros, sus cuadernos, sus lápices, las fotografías de sus padres Hermán Pocaterra, el primer gobernador de la Guajira-un hombre que supo dejar fuera de combate a la esclavitud de los indígenas, y su madre Librada Hernández, a quien le ha dedicado muchos poemas.
Supe de su historia, por Noeli Pocaterra y algunos cuentos que todavía me hacen reír y sus dibujos de calaveras pegados delante de la puerta de su cuarto diciendo: Soy la muerte vine a buscarte, mientras una Noelí desaparecida le respondía: No puedo. Estoy en una reunión.
Me contó de García Márquez wayuu y la esencia que llena sus posibilidades de escritura en Wounmain, de la que muy poca gente habla.
Pasamos muchas veces con Noeli por La Fortuna, la casa de sus padres y asistimos al entierro con mucha gente y tuve el honor de leer sus palabras en los entierros. Todo el mundo comió y se guindaron los chinchorros en el bohío donde están los huesos de Herman y Librada, al día siguiente, les ofrecimos café recién colao y tomamos y recordamos sus presencias.
Me leyó con mucha firmeza su crónica relato sobre las huellas de Rómulo Gallegos en la Guajira venezolana. Leímos muchas veces ese escrito fantástico que nos enseña a un Gallegos desconocido y asombrado en los médanos de la Guajira, y en Paraguaipoa antes de escribir su novela: “Sobre la misma tierra”. El recibimiento que le hicieran sus padres y su hermana Noelí. Y su participación junto a Noeli en el Festival de las culturas organizado por Juan Liscano en los años cuarenta, en el Nuevo Circo de Caracas. Su hermanita Fanny Pocaterra todavía estaba en la barriga de su mamá.
Siempre quiso llevarme a Puerto Monitos y a distintas partes de la Guajira para irme relatando las crónicas que escribe. Me narraba las maravillas de las frutas, los cujíes y los cardones. Tomamos limonada de limones criollos maracuchos mientras hablábamos o comíamos carne de ovejo y arepa asada en su casa de Las Tarabas en Maracaibo.
De muy joven en una Guajira sin luz, intentó muchas veces dar luz con molinos de viento. Me presentó a su esposa Celina y después de su partida leímos los poemas dedicados a su persona. Con Juan Pushaina entendí que la palabra y la poesía son útiles, sencillas y profundas y siempre están ligadas al afecto, a la comprensión y a la búsqueda de los orígenes y a la vida y muerte de los indios wayuu.
Hablamos de lo que significaba ser indio entre tanto godo maracucho. Su familia
también es mi familia y en ocasiones creo que a los dos se nos escapó una lágrima. Vi en sus ojos la desesperación y la rabia por la destrucción de los ecosistemas. Me dijo cómo debíamos proteger el agua desde la cultura wayuu, el desprecio que muchos profesan hacia los indígenas y lo acompañé a comprar pescado.
Juan Pushaina es un cronista, un investigador de la palabra y de los idiomas wayuunaiki y español. Es un buscador de historias. Es un hombre que ha militado siempre en la causa de la resistencia indígena y en el bolivarianismo.
Desde La Ruta poética de José Antonio Ramos Sucre queremos rendirle un sencillo y pequeño homenaje a su palabra, a su creación, a sus historias y a su obra poética que tanto tiene que dar para Venezuela y el mundo. Sería fundamental publicar su poesía reunida y sus historias y crónicas.
Son muchas las historias del poeta Juan Pushaina, y sus encuentros con los niños y gente de las comunidades, pero lo que más lo define es el ser wayuu y nos revela la presencia de los espíritus wayuu en Ayajui, y en Jepira. Centros energéticos fundamentales del territorio y el pueblo wayuu.
Tomado de La Ruta Poética de Ramos Sucre