La valoración de la arquitectura moderna como parte del patrimonio edificado de Maracaibo fue el eje fundamental de la exposición de Elisa Quijano, magister en Historia de Venezuela, en su ponencia Promoción del patrimonio Arquitectónico Moderno de Maracaibo en la que destacó la.relevancia de la arquitectura moderna como constructor de identidad en Latinoamérica. Esta ponencia fue parte del 1er Seminario “Visiones contemporáneas sobre patrimonio cultural”, realizado en el Maczul, Maracaibo, el año pasado. Señaló que, aún cuando ésta se constituya en el pasado más reciente de la ciudad, es necesaria su inserción dentro de la catalogación patrimonial.
“La arquitectura moderna no es monumental. Muchas veces es modesta. Nos resulta cotidiana. No pretendió perdurar por siglos. Más bien es efímera. Se podría afirmar que en Latinoamérica (la arquitectura moderna) nos representa, nos identifica y estructura la mayor parte de nuestras ciudades”. Quijano recordó cómo en los últimos años se han creado organismos tendentes a preservar las edificaciones modernas a nivel mundial. Entre ellos destacó al Docomomo Internacional (1999) cuya misión ha sido actuar como guardián de edificios importantes del movimiento moderno que estén bajo amenaza, intercambiar ideas relacionadas a tecnología, historia y educación sobre su conservación, incentivar el interés en las ideas y la herencia del movimiento moderno y despertar sentido de responsabilidad hacia la herencia arquitectónica reciente.
Con el fin de comprender mejor la importancia de esta arquitectura en Maracaibo, Quijano estableció tres momentos importantes en su desarrollo*: El primer momento abarca los años que anteceden a la adopción del movimiento moderno cuyo desarrollo ocurre durante las décadas de 1920-1940. Villas eclécticas rodeadas de jardines ubicadas en las afueras de la ciudad, colonias petroleras, cines, ventas de automóviles y otras edificaciones con lenguaje Art Déco. Pocos son ya los testimonios que perduran de esos importantes años. Muchas obras ya han desaparecido; otras se encuentran en total abandono o han sido adaptadas a otros usos sin respeto por sus valores arquitectónicos.
De esa época pertenece el edificio Las Laras, sede de las primeras oficinas de la compañía Shell en la ciudad. El segundo momento es la introducción definitiva de la modernidad en la arquitectura de Maracaibo durante la década de 1950. Quijano señalaba cómo los nuevos tipos de edificaciones que aparecen en el paisaje urbano maracaibero se han hecho parte de la cotidianidad, tanto que habitantes olvidan su trascendencia y valores en la cultura arquitectónica de la ciudad.
La vivienda aislada -funcional y con techo plano, de lenguaje abstracto y materiales modernos-, los primeros edificios multifamiliares, la inserción de los supermercados –que cambió drásticamente la forma de hacer mercado-, los centros comerciales y los primeros edificios de oficinas -generalmente de apoyo a las compañías petroleras-, liceos, escuelas, hoteles y hospitales de gran alcance se añaden a esta nueva forma de vida que brindaba lo moderno. Muchas de estas edificaciones tuvieron una significación especial para la sociedad maracaibera, han sido demolidas, modificadas o mal intervenidas, “otras veces el tiempo hizo su tarea en deteriorarlos hasta su inminente derrumbe o se destruyeron para su posterior sustitución”, otras dieron paso a una “nueva modernidad que nunca llegó” dejando terrenos vacíos o edificios en ruinas.
Entre las edificaciones de este periodo que aún se conservan en buen estado destacan el edificio Don Matías, el centro comercial Villa Inés, el Hospital Universitario, el edificio Matema, el Montielco, el Hotel del Lago. El tercer momento abarcó las décadas de 1970 y 1980, en lo que Quijano caracterizó como las derivaciones de la arquitectura moderna. Impactó su señalamiento sobre “la otra cara de la modernidad” al referirse a la renovación urbana de la que fuera objeto el casco histórico de Maracaibo, cuando en aras de “modernizarlo” y dar continuidad a nuevos ejes viales, se destruyó gran parte de las edificaciones y del tejido urbano característico de los períodos hispano y del siglo XIX.
La mayoría de las torres de oficinas y sedes de las principales entidades bancarias se construyeron en ese momento, algunas conservadas en buenas condiciones, y otras intervenidas de una manera inadecuada. Consideró Quijano que varias edificacionesde este momento poseen valores importantes y deben declararse como patrimonio con el fin de garantizar su protección. Entre ellas, el centro comercial Costa Verde, que combina el lenguaje y la tecnología moderna con el concepto de casa-patio colonial; las facultades de Economía, Derecho y Humanidades de la ciudad universitaria de LUZ, como una “experiencia de modernidad maracaibera”, construida a partir de una adecuada adaptación a las fuertes condiciones climáticas de la ciudad; y el Teatro Bellas Artes, ejemplo de adaptación al entorno urbano y espacialidad moderna, entre otros.
En síntesis, para la profesora Elisa Quijano, “La arquitectura moderna forma parte de la memoria histórica de Maracaibo”, es “un patrimonio en riesgo de desaparecer o transformarse producto de malas intervenciones, deterioro y abandono”, por tanto apuntó hacia la necesidad de su preservación, que pasa por “valorar, proteger y recuperar estas edificaciones a través de acciones como investigar, documentar, establecer criterios para su valoración e intervención, divulgar y promocionar sus valores”. Se hace imperativo, según la arquitecta, pensar en el legado de cultura moderna que se debe preservar a las futuras generaciones, pues “significó un momento irrepetible en la historia de la ciudad y su arquitectura.
Forma una parte importante de la identidad cultural maracaibera”. * Esta catalogación es producto de una investigación desarrollada en la facultad de arquitectura y diseño de la Universidad del Zulia (1994): La Otra Ciudad. Génesis de la ciudad petrolera de Maracaibo, realizada en conjunto con las profesoras Maruja Machado de Carruyo y Ethel Rodríguez-Espada. Relatoría realizada por: Grupo 4 editores: Maruja de Carruyo, Elisa Quijano, Beatriz Suárez y Nereida Petit.